Entrevistas a León David


Entrevista a León David por Bárbara Moreno
 
 
1. ¿DÓNDE NACISTE Y DE QUÉ EDAD EMPEZASTE A ESCRIBIR?
Nací –si doy fe a lo que mis padres me dijeron- en la señorial ciudad de La Habana, capital de Cuba, en el amanecer de un 25 de junio de 1945… Y por lo que hace a mis primeros tanteos literarios, me asalta la sospecha de que me comporté con absoluta falta de originalidad cuando, en la temprana adolescencia, di suelta a la vena lírica emborronando innumerables cuartillas de las que, por afortunada decisión de las Musas, ni una sola línea ha sobrevivido que pueda ser traída a la memoria.



2. ANTECEDENTES DE ESCRITORES EN TU FAMILIA.

Tengo por cosa averiguada que en mi familia los escritores que me precedieron en la faena literaria es menester buscarlos en la rama paterna de los Jimenes y los Grullón. Acaso los más connotados, que la historia cultural dominicana se ha encargado de recoger, sean, junto a mi propio padre, don Virgilio Díaz Grullón (Virgilito) y, por descontado, Domingo Moreno Jimenes, tu abuelo, y una de las máximas glorias de nuestra lírica vernácula.


3.¿QUIÉN TE ENCAMINÓ O TE SIRVIÓ DE MENTOR EN TAL ACTIVIDAD, O BIEN, QUÉ TE INDUJO POR LOS CAMINOS DE LA LITERATURA? ¿CÓMO TE INICIASTE COMO ESCRITOR?

Si de algo puedo estar cierto es que el destino –o el azar, que según Borges son la misma cosa- me encaminó, sin que nada pudiera yo hacer para evitarlo, hacia los parajes tan seductores cuanto aventurados de la literatura. Vivir en un hogar que era primero biblioteca y luego casa, donde desde muy pequeño oía recitar a mi madre poemas de los más célebres aedas de la lengua española, y a mi padre encarecer las proezas intelectuales y artísticas de pensadores, escritores y músicos, fue, me avengo a considerar, factor determinante por lo que toca a mi precoz inclinación hacia el universo de la poesía y el arte. Aun cuando de poco habría servido parejo predicamento familiar si yo no hubiera sentido desde muy corta edad la necesidad de expresar mis emociones mediante la palabra, si yo no hubiera supuesto –quizás equivocadamente- que poseía algún talento para aprovecharme y abusar de nuestro maravilloso idioma castellano.


4.¿QUÉ FUE LO PRIMERO QUE ESCRIBISTE?

Si la memoria no me juega una trastada, mi primer gran “logro” literario fue una pieza teatral que escribí cuando contaba nueve o diez años de edad, como parte de cierta ceremonia escolar de fin de curso del colegio adscrito a la Universidad de Las Villas, en Santa Clara, donde entonces residíamos y estudiaba. Dicho drama, que versaba sobre un episodio histórico de la Independencia cubana, con Antonio Maceo de protagonista, se representó en el mencionado plantel y cosechó estruendosos aplausos de la audiencia cautiva de padres y familiares de alumnos reunida para esa escolar efemérides. Nunca he vuelto a sentirme tan satisfecho y orondo con un “éxito” de pluma como en aquella memorable ocasión.


5. ¿QUIÉN O QUIÉNES FUERON TUS MODELOS O LOS LITERATOS QUE TUVIERON UNA INFLUENCIA DECISIVA EN TU FORMACIÓN EN TANTO QUE ESCRITOR?

Numerosísimos. Todas las más encumbradas figuras de las letras hispanas y de la literatura y el pensamiento universal, desde Homero a Borges, desde Sófocles y Platón hasta Kafka y Rubén Darío, pasando por Shakespeare, Moliere, Cervantes… y paremos de contar porque la lista es interminable. No hay autor clásico cuya lectura no me haya en alguna medida estimulado e influido.


6. ¿CUÁLES FUERON TUS LECTURAS PREFERIDAS DE JOVENZUELO?

A los 13 años había leído y releído el “Quijote”. Los poemas de Baudelaire y Rubén Darío me fascinaban. Manrique y Juan de la Cruz me arrancaban lágrimas.


7 ¿CUÁLES HECHOS HISTÓRICOS O REALIDADES SOCIALES TE MARCARON O CONMOVIERON DE MANERA DEFINITIVA EN TU VIDA?

El ajusticiamiento del tirano Trujillo fue, a buen seguro, uno de ellos. Concluyó el prolongado exilio de mi padre y con el resto de la familia pude, por vez primera, pisar suelo dominicano.


8. ¿CÓMO TE DISTE A CONOCER’

Bueno, si algo tiene trazas de ser verdadero es que el exiguo conocimiento que en tanto que escritor se tiene de mi persona en la República Dominicana –fuera de la patria de Duarte nadie sabe que León David existe- se originó cuando, a principio de los setenta, di en publicar en la prensa nacional virulentas críticas de teatro que me granjearon fama, para nada injustificada, de malhumorado y sulfuroso. Con parejos comentarios periodísticos introduje en el provinciano ambiente cultural criollo el pseudónimo literario con el que ahora suelen llamarme los contados lectores de mi obra, como, también, la incontable legión de los que nunca me han leído ni –sería contra razón suponer tal cosa- me leerán jamás.


9. ¿DÓNDE HAS VIVIDO EN EL EXTRANJERO Y A QUÉ TE HAS DEDICADO DURANTE TU ESTADÍA EN ESOS LUGARES?

Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Francia y España fueron los países donde residí en distintas etapas de mi vida. Mis más remotos recuerdos infantiles –vagos, nebulosos pero intensos- se remontan a Borinquen, la llamada “Isla del Encanto”. La agreste naturaleza de Barranquitas y Morovis, pueblecitos donde mi padre ejerció la medicina durante cierto tiempo, se grabó en mi espíritu… Contaba yo entonces tres o cuatro años de edad, tal vez cinco. Luego, hasta los trece años, viví en Cuba; primero en la parte oriental de la isla (Holguín y Bayamo), más tarde en el centro del país, en Santa Clara, capital de la provincia de Las Villas, a corta distancia de las lomas del Escambray. En el 59, si doy fe a mi poco confiable memoria, huyendo de la represión de Batista que estaba siendo acosado por Fidel en la Sierra Maestra, fuimos a parar a Venezuela, donde nuestro padre encontró plaza de profesor universitario, al comienzo en Caracas, en la U.C.V., después, de manera definitiva, en la Universidad de los Andes (U.L.A.) de la bellísima ciudad de Mérida, en el estado de ese mismo nombre. De allí, al cabo de una breve estadía, mi hermano Arturo y yo fuimos enviados a París, donde una tía –hermana de nuestro padre- que vivía en esa emblemática urbe europea; la idea era que hiciéramos en esa prestigiosa capital francesa nuestro bachillerato. Lo hicimos en parte, aun cuando lo terminamos en Santo Domingo donde pudimos por fin instalarnos a la caída del criminal régimen trujillista. Como estudiante universitario fracasé estrepitosamente en España y Francia, en cuyos acreditados centros de estudios superiores me inscribí para, sin ton ni son, retirarme frustrado e inconforme a los pocos meses. Adolecía de crónica neurastenia; no sabía lo que quería, estaba confundido y escribí en ese período tormentoso montañas de poemas que el tiempo –con la sabiduría que le es propia y que siempre le agradeceré- se encargó de destruir… Por fin, durante cuatro años, cursé la carrera de letras en la Universidad de Mérida antes mencionada, y también estudié teatro bajo la dirección de Rómulo Rivas quien, recién llegado de Chile, ejercía la docencia en el Departamento de Cultura de dicha academia. Luego de mi graduación, a fines de 1969, me consagré a la enseñanza en tanto que modo de subsistencia (como poeta me habría muerto de hambre) hasta el día de hoy cuando los dioses se apiadaron de mí y decidieron jubilarme y concederme una decorosa pensión… Ejercí la docencia en Venezuela, en el Instituto Tecnológico de Coro, en la U.L.A. y, por supuesto en varias universidades dominicanas, muy particularmente en la UASD durante más de treinta años. La referida actividad de enseñanza sólo sufrió una interrupción de cuatro años durante los que desempeñé las funciones de embajador de nuestro país en la Argentina y Paraguay… Tal es, en sucinta versión, la historia de mi vida y andanzas. Historia bastante ordinaria, insípida y para nada inspiradora.


10. EN LOS DIFERENTES GÉNEROS QUE HAS TRABAJADO: LA POESÍA, EL TEATRO Y EL ENSAYO, ¿CUÁL HAS CULTIVADO MÁS Y EN CUÁL TE SIENTES MÁS SATISFECHO COMO ESCRITOR?

Posiblemente la poesía y el ensayo sean los géneros que más he cultivado. Pero mi satisfacción como escritor incluye todo lo que mi pluma (apasionada a veces, por momentos pausada y reflexiva, y traviesa cuando menos se espera de ella) se complace en gestar.


11. ¿CUÁLES HAN SIDO TUS LOGROS EN TODOS ESOS GÉNEROS? ¿CUÁL ES PARA TI TU OBRA MÁS IMPORTANTE?

De mis logros entiendo que no me toca hablar a mí sino al lector. En todo caso, si la palabra “logro” remite a la idea de que en materia literaria y artística he obtenido lo que estaba pretendiendo, entonces, con la enfática ausencia de modestia que me caracteriza, señalaré que mis logros abarcan la totalidad o casi totalidad de lo que he escrito y puesto en letra de imprenta. Sin embargo, si “logro” significa lo que la gente del común tiene por éxito, es decir, el aplauso cerrado de las populosas mayorías, en tal caso sólo un temperamento refractario a la verdad se negaría a admitir que en tanto que escritor me he esmerado en cosechar, uno tras otro, estrepitosos fracasos… Melancólico reconocimiento que, convengamos en ello, no contribuirá a hacerme más acepto a los ojos del público.


12. ¿CUÁLES SON TUS AUTORES PREFERIDOS TANTO EN LA LITERATURA NACIONAL COMO EN LA UNIVERSAL EN LA POESÍA, LA NARRACIÓN Y EL TEATRO?

Temo incurrir en impiadosas omisiones, de las que con seguridad me arrepentiré, al contestar esta pregunta… Echémonos no obstante al ruedo: En el ámbito nacional mis preferencias se decantan por figuras de las letras de la talla de Pedro Henríquez Ureña, su madre Salomé, Tulio Manuel Cestero, Juan Bosch, Domingo Moreno Jimenes, Pedro Mir, Franklin Mieses Burgos, Héctor Incháustegui Cabral, Manuel del Cabral, Virgilio Díaz Grullón y un puñado más cuyos nombres en este preciso instante mi ingratitud olvida… Y por lo que hace a la literatura universal, Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Platón, Lucrecio, Virgilio, Horacio, Cicerón, Séneca, Agustín, Petrarca, Dante, Bocaccio, Cervantes Shakespeare, el Romancero Castellano, Juan de la Cruz, Manrique, Corneille, Racine, Moliere, Montaigne, Voltaire, Rousseau, Diderot, Goethe, Balzac, Víctor Hugo, Baudelaire, Verlaine, Martí, Oscar W ilde, Antonio Machado, Federico García Lorca, Rubén Darío, Kafka, Musil, Thomas Mann y tantos y tantísimos más que sería fatigosa cuanto impertinente tarea acarrear a estos desaprensivos renglones.


13. ¿A CUÁLES ESCRITORES TIENES POR MODELOS O RECONOCES ALGUNA INFLUENCIIA EN TU OBRA?

Todos los que acabo de mencionar no pongo en duda que en grado mayor o menor me han influido. Pero prefiero dejar que los futuros estudiosos de mi obra -¡vaya que soy presuntuoso!- respondan, si están en vena de acometer tan ingrata operación, a esa pregunta.


14. ¿CUÁNDO TE INICIASTE COMO ACTOR DRAMÁTICO Y QUÉ OBRAS HAS PRESENTADO?

Actué en obras infantiles y de adultos cuando, bajo la guía rigurosa y estimulante de Rómulo Rivas, estudiaba teatro en Mérida en la segunda mitad de la década de los sesenta. Incluso incurrí –arrogancia de la juventud- en la ligereza de escribir una obra (Antíbelo o el fracaso de la justicia) que se representó en un festival teatral en Caracas y en la que tanto yo, al igual que Rómulo, que la dirigió, trabajamos como intérpretes. Años después, en los 80, residiendo ya en Santo Domingo, dirigí la simpática comedia de Koldo “Y Dios creó a la mujer”, y también el drama de mi autoría “La noche de los escombros”.


15. SE DEJA SENTIR EN ALGUNOS DE TUS TEXTOS TU PREDILECCIÓN POR LOS GÉNEROS CLÁSICOS, ANTIGUOS, DE LA ÉPOCA DE GRECIA Y ROMA, ¿QUÉ DICES AL RESPECTO?

Que es una verdad como un templo. Todo lo que el mundo clásico llevó a cabo en materia literaria y artística me conmueve, espolea y atrae. Lo que ellos plantearon sigue en lo fundamental siendo válido hoy. Y por lo que atañe a su manera de expresarse dificulto que podamos superarlos. No es desde un enfoque erudito o de anticuario que los leo y releo. Tuve la dicha de nacer después que ellos escribieran… ¿Por qué no aprovechar sus enseñanzas?


16. ¿QUÉ PIENSAS DEL OFICIO DE POETA Y CÓMO DEFINES A LA POESÍA?

No estoy muy seguro que el de poeta sea un oficio. “Condena” sería tal vez nombre más apropiado para semejante quehacer, por lo menos en época como la actual, cuando la poesía –y estoy hablando de la mejor poesía- no despierta interés ni siquiera entre las personas de cierta ilustración. Con excepción de breve minoría enclaustrada en cenáculos académicos, los que solían frecuentar el género lírico diera la impresión que hicieron mutis por el foro dejando el escenario vacío. Me asiste la certidumbre de que la gente que incurre todavía en la vetusta práctica de la lectura de libros –actividad en creciente desuso si a las apariencias doy crédito- acude a la librería para adquirir el más reciente “best-seller” novelístico que con justicia caerá en el olvido en pocos meses, o una de esas obras para safios que apodan de “auto-ayuda”. Pero a la estantería donde haciendo acopio de resignada disciplina los volúmenes de poemas de ayer y de hoy reposan, muy contados visitantes se acercan. En los tiempos que corren la poesía será lo que se nos antoje, pero popular desde luego que no. Lo que significa que haciendo caso omiso de muy notorias salvedades, el poeta será incapaz de subsistir de lo que hace y le gusta hacer. Tendrá que aplicarse a realizar otra labor mejor remunerada y dejar para marginales momentos de ocio la creación de poemas. Tal es, si no me equivoco, la poco reconfortante realidad del oficio de poeta.

Y por lo que concierne a la definición de la poesía, no se me ocurre mejor idea que referirte a tantos célebres escritores que sobre dicho tema se han explayado con exquisitez, sensibilidad y sabiduría. Porque en mi caso particular, la poesía es –lo diré a riesgo de parecer pomposo- la manera que he encontrado de infundir sentido a la existencia y de ennoblecer esa cosa opaca y desconcertante que, a falta de más preciso nombre, hemos dado en motejar de “realidad”.


17. ¿QUÉ BUSCAS A TRAVÉS DE LA POESÍA?

Adentrarme en mí mismo. Desprenderme de las osificadas convenciones y lugares comunes. Descubrir –si fuese ello posible- quién soy y qué hago aquí. Llenar de relámpagos y fragancias la vacuidad de alojar en el segundo que transcurre y escapa. Dejar constancia de que un alma asaeteada de delirios de luz y eternidad habitó en los aposentos de la carne mía que una vez fue para no retornar…


18. ¿QUÉ COSAS HAY QUE EVITAR CUANDO SE CONSTRUYE UNA OBRA ARTÍSTICA YA QUE PODRÍAN HACERLE DAÑO A LA MISMA? ¿QUÉ COSAS HAY QUE NO PERDER DE VISTA EN LA ELABORACIÓN ARTÍSTICA?

No me siento autorizado a dar recetas al respecto. Yo trato de eludir en mis escritos el lugar común, las estrategias elocutivas a pie de tierra, el “lenguaje políticamente correcto”, la extravagancia, la vulgaridad y, en resumidas cuentas, la estolidez… Y lo que me esfuerzo en no perder de vista cuando escribo es que la literatura que aspira a permanecer en la memoria de las generaciones futuras se forja con el fin de levantar el espíritu, de civilizar, de depurar la sensibilidad, de aguzar la inteligencia, de librarnos de la barbarie, del encogimiento moral y de la muerte.


19. ¿QUÉ PIENSAS DE LA FRASE “EL POETA NO SE HACE, SE NACE POETA”?

Que enuncia una verdad irrefutable.


20. ¿QUÉ PAPEL JUEGA LA INSPIRACIÓN EN EL POEMA? ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA CONSTRUCCIÓN DEL MISMO, LA PARTE TÉCNICA?

Mi experiencia me ha mostrado por modo fehaciente que el acaso excesivamente manoseado concepto de “inspiración” no sólo incluye el aspecto relacionado con la invención y el contenido del poema, sino también la parte técnica, operativa o artesanal. Medir versos, colocar acentos, administrar pausas y cesuras y fisgonear rimas que refuercen en el plano sonoro el sentido de lo que se busca decir requiere de tanta inspiración como la que el “elan” metafórico y la coherencia y efectividad sugerente de la expresión figurada demandan.


21. ¿A QUÉ LE OTORGAS MÁS IMPORTANCIA EN TU OBRA: AL FONDO O AL CONTENIDO?

Son una sola cosa. Existen nutriéndose el uno del otro. El contenido accede siempre al terreno de lo poético en virtud de una forma. Y la forma, de su lado, sería ocioso burbujeo, efímero fuego de artificio sin un contenido al que adherirse y expresar.


22. ¿HAS FORMADO PARTE DE ALGÚN MOVIMIENTO LITERARIO?

No. Ni creo que a estas alturas me adscriba a ninguno de ellos.


23. ¿CÓMO DEFINIRÍAS AL POSTUMISMO Y QUÉ IMPORTANCIA LE OTORGAS EN LA LITERATURA DOMINICANA?

Mira, para mí el Postumismo se reduce en lo substancial a la obra de Dominguito. Esa obra yo la encarezco y admiro. Con ella penetró la modernidad a todo galope en la literatura dominicana.


24. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE DOMINGO MORENO JIMENES COMO POETA Y QUÉ SIGNIFICADO DAS A SU ACCIONAR LÍRICO EN EL TERRITORIO NACIONAL? ¿Y EN CUANTO A SUS IDEAS FILOSÓFICAS Y SOBRE AMÉRICA QUE JUZGABA COMO “EL LUGAR DE LA ESPERANZA, LA PATRIA DEL ESPÍRITU Y EL PUENTE ENTRE DOS CIVILIZACIONES”?

Domingo Moreno Jimenes demostró ser un poeta medular en todas las facetas de su vida; transpuso a la palabra con añoroso ardor el alma dominicana, universalizándola. Sus múltiples y asiduos recorridos por la entera geografía de su natal Quisqueya engendraron una poesía nunca antes escuchada, una poesía con sabor a terruño, con fragancia de aldea y flor silvestre que lejos de resbalar por las fáciles pendientes de localismo colorista, de la estampa folclórica, arraigó en los dominios de lo humano esencial, intemporal y distintivo.

Y en cuanto a sus ideas filosóficas y convicción del lugar preeminente de América para el porvenir de las naciones, creo que eran concepciones que corrían entre varios renombrados escritores de la época –especialmente argentinos y mexicanos-, las cuales se convirtieron en cierta etapa de su producción literaria en materia de fecunda gestación poética.


25. ¿CUÁLES AUTORES DOMINICANOS ADMIRAS, LOS CONSIDERAS CONSAGRADOS O BUENOS TANTO EN LA POESÍA, COMO EN LA NARRATIVA, EL TEATRO Y EL CUENTO?

Me parece que antes respondí –al menos en parte- a esa pregunta. A riesgo de incurrir en fastidiosa reiteración, te diré, no obstante, que según es de ver, en la esfera de las letras criollas los escritores de la plana mayor hay que buscarlos en los géneros de la poesía, la narrativa breve y el ensayo. Grandes poetas: Salomé Ureña, Moreno Jimenes, Mieses Burgos, Mir, Del Cabral… en el cuento descuellan Bosch y Díaz Grullón. Por lo que hace al teatro, merecen especial reconocimiento Franklin Domínguez e Iván García.


26. ¿POR QUÉ CREES QUE A TRAVÉS DE TANTOS AÑOS, VICISITUDES Y CAMBIOS QUE NOS VA TRAYENDO LA VIDA, TÚ HAS SEGUIDO FIEL A TU ARTE, ES DECIR, TE HAS MANTENIDO COMO ESCRITOR?  

No lo sé. Acaso por simple y llana testarudez; quizás porque la literatura me brinda –así lo he sentido y continúo sintiéndolo- el único terreno sólido sobre el que edificar en búsqueda de amparo y claridad frente a un mundo desesperantemente fluctuante, engañoso, caótico y absurdo…


27. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECEN O QUÉ IMPORTANCIA OTORGAS A LOS CONCURSOS LITERARIOS?

Importancia, muy poca. Prolongan una tradición milenaria que no me luce esté en vías de extinción. Los juzgo males inevitables o bienes ponzoñosos. Pero si llegan acompañados de un generoso cheque para el ganador dudo que ningún escritor deje de echar sus composiciones en la tómbola.


28. ¿CÓMO DEFINES EL QUEHACER DEL ESCRITOR EN SU LUCHA PERMANENTE CON LÁPIZ, PAPEL, SUS INAGOTABLES ANSIAS POR “ATRAPAR LA VERDAD Y LA BELLEZA”?

Harto me temo que esa lucha a la que te refieres tiene poco que ver, en la sociedad y época que nos ha tocado vivir, con el ansia de “atrapar la verdad y la belleza”. Los bonos del ideal de belleza y verdad están derrumbándose, van en picada, en indetenible bancarrota por toda la faz del globo. En la actualidad el grueso de los escritores hacen de menos pareja aspiración (a la que toda nuestra tradición clásica respondía) y lo que persiguen es la notoriedad al precio que sea, no importándoles cometer extravagancias, descarríos y aberraciones con tal de llamar la atención del lector promedio, cuya frivolidad es antológica y cuyo desempeño en lo que atañe a la apreciación de la excelencia literaria no da la impresión de ser muy superior a la del simio. Hagamos cuenta de que el anhelo de belleza y verdad es cosa de la que se enorgullecen en estos días muy contadas plumas a las que el vulgo desprecia y ridiculiza acusándolas de incurrir en trasnochada erudición, soberbia elitista y sensibilidad apolillada. Pertenezco a esta clase de escritores chapados a la antigua que todavía se empecinan en creer que sin arte y literatura la vida humana se empobrecería hasta el extremo de devolver a la criatura humana al estadio de la ruda animalidad. Entonces, no me queda otra opción que definir mi quehacer literario como una prueba incesante de resistencia frente a la nueva barbarie que importa la generalizada y envolvente trivialización de la existencia, a la que hemos bautizado con el nombre de “posmodernidad”.


29. ¿QUÉ BUSCAS A TRAVÉS DE LA ESCRITURA?

Crecer, brotar, florecer; soñar otro mundo mejor que el que nos ha tocado en suerte; bucear en mis adentros en pos de la voz que nutre y fertiliza; dejar una huella de mi paso en la memoria de las generaciones que me han de suceder; en suma, ser, y al mostrar lo que soy en mi palabra que sangra y que palpita, sugerir a los que la escuchen la posibilidad de que ellos sean también.


30. ¿CUÁLES SON LOS MOVIMIENTOS DE LA LITERATURA UNIVERSAL QUE MÁS TE HAN IMPRESIONADO Y DE LOS CUALES PIENSAS HAN EJERCIDO UNA IMPORTANCIA CAPITAL EN LA HISTORIA DE LA LITERATURA?


Es verosímil que después del clasicismo galo del siglo diecisiete y de la fulgurante ilustración del dieciocho, el romanticismo y el realismo estén entre los movimientos de mayor significación en la historia de la literatura universal. Y para nosotros, en América, el modernismo, que recoge los logros del simbolismo que legaran Baudelaire y Verlaine.

31. ¿RECONOCES FASES EN TU OBRA ARTÍSTICA? ¿CUÁLES SON?

Seguramente las hay; pero es asunto que no me he preocupado por analizar y, por consiguiente, sobre el particular estoy ayuno de respuestas. Dejaré entonces de buen grado a los improbables aristarcos que en el futuro se interesen por lo que he escrito que lleven a cabo tan desapacible tarea.


32. ¿CUÁLES SON LOS TEMAS PREFERIDOS EN TUS ESCRITOS? ¿QUÉ ENFATIZAS EN ELLOS O TUS LEITS MOTIVS? ¿CUÁLES IDEAS FILOSÓFICAS?

Los pocos que la literatura clásica ha tratado: el enigma de la existencia, lo efímero de la vida, la inminencia de la muerte, la alegría y la aflicción, la búsqueda de la felicidad, el combate a las supersticiones, la estupidez, la violencia y la injusticia, la necesidad de solidaridad y amor… acaso unos cuantos más. A lo que convendría añadir que considerados a este viso, mis escritos no carecen de aristas polémicas, y podríamos decir que tienden en no escasas ocasiones a rebelarse contra los puntos de vista a pie de tierra y a vindicar con acopio de páginas la demasiado atropellada dignidad del hombre.


33. ¿CÓMO DESCRIBIRÍAS TU ESCRITURA? ¿QUÉ BUSCAS COMUNICAR? ¿QUÉ REACCIÓN EN EL PÚBLICO?

En lo formal muy elaborada, preciosista a veces, a menudo lírica y rayando con frecuencia en lo arcaizante, en todo caso, literaria al extremo en el sentido de que pone distancia y tiende a acentuar su diferencia del discurso coloquial cotidiano. Pero siempre –espero no engañarme- conceptuosa, vital, lastrada de sentimiento y de verdad… Y te soy franco: cuando escribo lo que menos tengo en mientes es al público ni cómo lo que estampo en la cuartilla lo podría afectar. Arrojo en mis libros lo que me quema la piel del alma, lo que opino, siento, imagino y deseo; también lo que me desconcierta y embaraza, lo que estruja mis vísceras. De tal modo concibo mi misión: devolver a los potenciales lectores de mi obra el espectáculo de esa realidad rutinaria a la que se han acomodado vista desde otra inédita perspectiva que la pone en entredicho y transfigura: la que mi insobornable subjetividad filtra en la palabra.


34. ¿CUÁL O CUÁLES LIBROS QUE HAS ESCRITO TE HAN DEJADO SATISFECHO?

Todos.

35. ¿HUBO UN MOMENTO O MOMENTOS INOLVIDABLES EN TU QUEHACER DE ESCSRITOR?

Cada presentación al público de un libro mío constituyó un momento de esa naturaleza.


36. ¿QUÉ SIGNIFICÓ PARA TI LA DOCENCIA EN LA UNIVERSIDAD, LOGROS Y ALCANCE?

Haciendo a un lado el hecho nada insignificante de que la ejercía en tanto que medio de subsistencia, la docencia universitaria me dio la posibilidad de estar en contacto directo con la juventud, y de esa estrecha vinculación pude exhumar más de una idea acerca de lo que estaba acaeciendo en nuestra sociedad en la esfera de los valores. No juzgo haber sido un profesor chapucero, incompetente ni falto de integridad, pero sería pecar de un optimismo de a libra suponer que mis más de tres décadas de enseñanza en distintos planteles de educación superior hayan contribuido en algo a sembrar aliento y anhelo de elevación espiritual entre el grueso de mis estudiantes, acogidos como se hallaban a una visión del mundo estereotipada, trivial y pedestre.


37. ¿QUÉ HA SIGNIFICADO PARA TU VIDA EL HABERTE ENCONTRADO COMO COMPAÑERA A OTRA ARTISTA, UNA CONSAGRADA PINTORA? ¿CÓMO JUZGAS EL HECHO DE QUE LOS DOS SE ENCAMINEN, AUNQUE A TRAVÉS DE MEDIOS DIFERENTES, O TENGAN COMO META EL MISMO FIN: EL CULTIVO DE LA BELLEZA?

Estoy persuadido de que sin María jamás hubiera podido lograr lo que he logrado y ser el que soy. En el orden tanto afectivo como intelectual ha sido ella el pilar que no ha dejado nunca de ofrecerme apoyo. Respondemos a un mismo ideal y nos enrumbamos de la mano por el mismo camino, el que conduce a una sociedad más justa, solidaria y hermosa. El amor al arte nos une, y por arte de amor estamos juntos.


38. ¿CÓMO CONSIDERAS A MARÍA COMO PINTORA, DÓNDE TE PARECE QUE ESTÁN SUS MAYORES LOGROS, EN CUÁL TÉCNICA LA JUZGAS CONSAGRADA COMO PINTORA?

Para responder apropiadamente esa pregunta tendría que discurrir por despacio, como lo hice cuando escribí “María Aybar o la magia del color y la luz”, obra en la que intenté valorar las múltiples fases y características de su historial pictórico. Empero, haciéndote gracia de pormenores anecdóticos, entiendo ir asistido de razón al afirmar que es ella una de nuestras más encumbradas y representativas artistas, que labora con pasión y conciencia, que domina a la perfección todas las técnicas, que siempre sorprende sin necesidad de resbalar hacia las excentricidades y pasajeras modas, y para quien la belleza, asumida como visión misteriosa, plena y depurada al máximo, es, antes que el concepto que da justificación a un oficio, una ejemplar manera de existir. 

39. ¿TE HA PROPORCIONADO LA REPÚBLICA DOMINICANA EL RECONOCIMIENTO QUE MERECES?

Decir que no sería comportarme con ingratitud. Considero que he logrado abrirme un cierto espacio en el ámbito de la cultura nacional; mas por lo que toca al reconocimiento de la calidad o ausencia de calidad de mi obra literaria, dejaré al tiempo, severo e imparcial juez, la tarea poco descansada de decidir.


40 y 41. OTRAS INTERROGANTES NO MENOS IMPORTANTES RESPECTO A TU COSMOVISIÓN: ¿CUÁL ES TU ACTITUD FILOSÓFICA, CON CUAL CORRIENTE TE IDENTIFICAS, CONVICCIONES?

En la mayoría de las corrientes filosóficas (no en balde la filosofía cuenta con más de dos mil quinientos años de existencia) he podido rastrear verdades e indicios de caminos a seguir que me han ayudado a comprender la realidad de la condición humana, pero ninguna escuela de pensamiento (exceptuando acaso el taoísmo) me ha satisfecho por completo. Y con respecto a las convicciones, me temo que ando asaz desabastecido de ellas… Creo que el ser humano es criatura extraña y fascinante y que lo que llamamos “realidad” es un enigma refractario a la razón y a la ciencia; pienso que el hombre no cesará de indagar y buscar explicaciones para dar cuenta de lo que no tiene explicación, ni dejará de recurrir a cualquier expediente (fabuloso, ingenuo o ridículo) con el fin de asegurarse de que lo que desea es la verdad y que el universo entero responde a la imagen que del universo se ha forjado; doy por cierto e indubitable que a menos que hallemos una vía armoniosa de relacionarnos unos con otros vamos, como los dinosaurios en el jurásico, a desaparecer; hago cuenta de que en la medida en que la civilización se desentiende del arte y la literatura, la especie humana –que es humana porque la cultura la ha levantado hasta esa dignidad- se deslizará en regresión indetenible hacia la barbarie y la bestialidad; me asiste la certidumbre de que hay cosas espléndidas en la vida por las que vale la pena luchar, y que el que no lo hace merece nuestro repudio o nuestra compasión…

42. ¿CÓMO DEFINES AL SER HUMANO?

Como el usufructuario y víctima de su propio invento… Pues se trata, hasta donde conozco, de la única criatura que sabiéndose inacabada, inconclusa, a sí misma se inventa.


43. ¿QUÉ MANTIENE VIVO AL MUNDO?

Acaso la intransigencia u obstinación de unos pocos héroes que han perseverado siempre en rebelarse contra la estolidez, indolencia e ignorancia de la pendenciera muchedumbre.


44. ¿QUÉ PIENSAS SOBRE EL AMOR Y LA PAREJA?

Que es un jardín florido donde todos anhelamos estar. Pero que es preciso, para que no se menoscabe y marchite, vigilar y cuidar con atento ojo de hábil jardinero.


45. ¿QUÉ SIGNIFICADO DAS A SER PADRE?

La paternidad es escuela de compromiso y sensatez. Ser padre significa, en cierto ineludible sentido, estar comprometido con el porvenir.


46. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECEN LA SOLIDARIDAD HUMANA Y EL COMPROMISO SOCIAL?

Que son, por descontado, antes que deseables imprescindibles; pero que existen caudalosas maneras de comprometerse y solidarizarse, y cada quien debe encontrar la suya.


47. ¿CUÁL ES TU INCLINACIÓN A NIVEL POLÍTICO? ¿HA HABIDO ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS QUE TE HAN IMPRESIONADO DE MANERA DETERMINANTE A NIVEL NACIONAL E INTERNACIONAL?

En la actualidad no se me figura que pueda encajar en ninguna corriente política; la democrática liberal me luce la menos dañina, pero ¿qué duda cabe que tenemos que encontrar un modo nuevo y más humanamente eficaz de estructurar la sociedad y de gestionarla. Sin embargo, en tan decisiva materia me confieso incompetente. Por lo demás, todos los grandes reformadores, guías espirituales, pensadores y artistas geniales que en el mundo han sido –cuyos nombres huelga mencionar- me han nutrido más que impresionado y lo siguen haciendo.


48. ¿ES POSIBLE PARA TI QUE UN DÍA SE TERMINEN LAS GUERRAS EN EL MUNDO? ¿PODRÁ EL HOMBRE ALCANZAR LA PAZ EN LA TIERRA Y VIVIR EN ARMONÍA, CON TOLERANCIA Y HERMANDAD?

Aunque remoto, utópico tal vez, es el único objetivo por el que vale la pena jugarse el pellejo.


49. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECEN DIOS Y LA VIDA DEL ESPÍRITU?

Si por “vida del espíritu” damos en significar lo contrario a bajeza, plebeyez y mediocridad, entonces vivir humanamente no podría sino consistir en arrimar nuestra efímera embarcación carnal lo más que nos sea posible a semejante rada. Me gustaría pensar que como escritor y ser humano no he permanecido ajeno a esa faena. Mas por lo que a Dios respecta, debo humildemente y sin ánimo belicoso declarar que es una entidad cuya existencia siempre me ha parecido fabulosa.


50. ¿CUÁL ES EL FIN DE LA VIDA? ¿HACIA DÓNDE DEBEN DIRIGIRSE NUESTROS PASOS CUANDO MADURAMOS?

Hablar del fin de la vida, a mi juicio –probablemente erróneo- importa la implícita suposición de que el universo en el que las criaturas vivas se desenvuelven obedece a un propósito, a un plan o diseño inteligente. Y no estoy en lo absoluto inclinado a pensar que haya algo así. No tengo la menor idea de cuándo, cómo y por qué surgió la vida en el cosmos. Contemplo y acepto la existencia del universo con admiración cuajada de incertidumbre, habida cuenta de que argüiría escasa sensibilidad no dejarse embargar por el estupor ante el espectáculo de su infinitud y deslumbradoras maravillas, entre las cuales la aparición de la vida no es la menos intrigante. Pero no consigo conciliarme con la idea de que la vida, en particular la humana, tenga un fin impuesto desde fuera por alguna benévola voluntad rectora ajena al arbitrio de cada persona. Me cuento entre quienes opinan que no hay un único fin hacia el que el ser humano, de manera consciente o inconsciente, se encaminaría. Cada individuo debe forjárselo, debe abrir su propia senda en el breñal erizado de peligros de las posibilidades variadísimas y cambiantes a que nos enfronta nuestra asombrosa condición de criaturas obligadas de continuo a elegir libremente entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la belleza y la fealdad, la activa preocupación por los demás y la indiferencia.


51, ¿CUÁL ES TU FILOSOFÍA EN LA VIDA? ¿CÓMO TE DEFINIRÍAS?

Me defino como una persona defectuosa pero buena en lo esencial, que aspira a un mundo más justo y sano y a la que asquean la depravación, superficialidad y estolidez que observa dondequiera que voltea la mirada. Y mi filosofía –si es que tan solemne nombre puedo darle- consiste en resistir desde mi puesto de retaguardia intelectual la marea de vulgaridad, putrefacción y encanallamiento que nos azota, entregándome para ello a la empresa desesperada de levantar un dique de verdad poética y de elevación espiritual cuando, mediante mis escritos, arrojo al mundo mi huérfana palabra.


52. ¿TE CONSIDERAS UN HOMBRE OPTIMISTA, LLENO DE ESPERANZA?

No. Los hechos horripilantes que a diario ocurren en el mundo no me permiten alimentar optimismo. Ser optimista hoy es como creer en los cuentos de hadas. Pero no hay que ser optimista para actuar, en el plano moral, correctamente. He aprendido a extraer de la frustración y la amargura, de la contemplación del tortuoso comportamiento de los hombres, de su vocación para pervertir y degradar, la fuerza para crear, para gestar belleza y convertir mi palabra en obstinado ariete que no cesa de golpear contra los muros de la inhóspita ciudadela de desidia, ordinariez e intolerancia a la que hemos denominado civilización posmoderna.



53. ¿A CUÁLES TRES VALORES HUMANOS OTORGAS UNA IMPORTANCIA CAPITAL?

Libertad, compasión, justicia.



54. ¿DE QUÉ DEPENDE EL TRIUNFO DE LA VIDA?

De no desear lo que te daña, de no hacer lo que perjudica a los que te rodean y de reconocer tus propias limitaciones.


55. ¿CUÁL SERÍA TU MENSAJE A LAS NUEVAS GENERACIONES EN CUANTO A SU PROCEDER, EL NORTE QUE DEBERÍAN SEGUIR NO SÓLO DE MANERA INDIVIDUAL SINO COMO ENTE SOCIAL?

Lejos estoy de poseer credibilidad oracular y me niego a pensar que mi vida pueda servir de ejemplo para nadie… pero es resorte del llamado sentido común no expresarse con irresponsable prodigalidad, cuidar el orbe de los sentimientos, donde se fraguan las adhesiones inquebrantables, evitar encastillarse en una idolátrica y excluyente admiración y, por si lo recién estampado no fuera suficiente, consagrarse con suma dedicación e infatigable diligencia a combatir, desde la alegría y el amor, la pérdida de las buenas costumbres del espíritu.






 
Entrevista a León David por Francisco Almonte
 "El abandono de la lectura inteligente, que ha sustituido la abúlica contemplación de la pantalla chica, la insoportable frivolidad de un estilo de vida hedonista, la búsqueda insaciable del placer de los sentidos, la persecución obsesiva de la riqueza, el poder y la fama...".

Hoy/Areíto/Santo Domingo

F. A: ¿Cuáles motivos lo han inclinado hacia la literatura?
L. D: Hasta donde puedo conjeturar, vine al mundo con cierta aptitud para irrumpir en los arcanos estéticos de la palabra. Desde muy niño, escuchando declamar a mi madre y a mi padre, pude adentrarme en el misterio de la belleza al que los escritos de los grandes poetas y narradores convidaban. Y encontré en el hogar, en la biblioteca familiar y en las suculentas conversaciones que allí se sostenían, la mejor escuela donde afianzar y nutrir mi temprana vocación por las letras.
F. A: ¿A qué edad y en qué género se inicia como escritor?
L. D: Recuerdo que mi primera incursión en los dominios de la literatura fue una obra de teatro sobre un conocido episodio de la Guerra de Independencia de Cuba, que escribí a los nueve o diez años de edad, texto rudimentario que se representó en la escuela donde cursaba la primaria con el éxito inevitable que un público infantil nada exigente suele asegurar a semejantes travesuras. Luego, durante mi adolescencia y primera juventud, perpetré numerosos poemarios imperdonables que tuve, sin embargo, la lucidez de entregar al irrevocable abrazo de las llamas. Tales fueron mis no demasiado prometedores inicios literarios.
 

F. A: ¿Cómo se percibe a sí mismo como literato?
L. D: Entiendo que soy un literato a la antigua usanza; esto es, creo en la perfección, importuno la belleza, me mueve el convencimiento de que la palabra, en su función estética, contribuye al ennoblecimiento, dignificación y trascendencia de la vida humana. Porque de ello estoy persuadido, escribo. Si tal no fuera mi certidumbre, me consagraría a cualquier otra actividad, acaso a la plebeya pero no por ello menos necesaria de lustrar zapatos en un banco del parque.

F. A: ¿De dónde surge el pseudónimo de León David?
L. D: Lo adopté a comienzos de la década de los setenta, en ocasión de ciertas engrifadas críticas de teatro que en esos días escribí y que la prensa dominicana cometió la inadvertencia de dar a la luz pública. Quería yo ocultarme en ese entonces tras un nombre falso, acaso por inseguridad ya que –cosa poco acostumbrada- fustigaba sin compasión en tales artículos a comediantes y dramaturgos prestigiosos; pero también elegí el pseudónimo para no cobijarme cómodamente bajo la enorme autoridad intelectual de mi padre, el Dr. Juan Isidro Jimenes Grullón... Y sucedió lo que jamás anticipé: ahora todo el mundo me conoce como León David y casi nadie sabe que hay un tal Juan José Jimenes transpirando en cada letra de ese nombre supuesto

F. A: ¿Cuáles factores considera usted que le hacen más daño a la literatura?
L. D: La ignorancia, plaga que desde tiempos inmemoriales ha acompañado a la humanidad; la lucha diaria en pos de los imprescindibles bienes que reclama la subsistencia, empresa fragosa que no da tregua ni respiro al grueso de la población; el descalabro de la enseñanza de las humanidades en los centros de educación media y universitaria; el abandono de la lectura inteligente, a la que ha sustituido la abúlica contemplación en la pantalla chica de imágenes insulsas o degradantes; y last but not least, la insoportable frivolidad de un estilo de vida hedonista, centrado en el consumo compulsivo, que encarece por sobre todas las cosas la búsqueda insaciable del placer de los sentidos, la persecución obsesiva de la riqueza, el poder y la fama, desvelos éstos ajenos a los sublimes ideales y utopías a los que debemos, en el terreno de la moral, la religión, la ciencia y las artes, los más irrenunciables logros de la civilización..

F. A: ¿Cuáles escritores nacionales y extranjeros han influido en su formación literaria? Por favor, explique su respuesta.

L. D: Me asalta la sospecha de que los escritores cuyas creaciones supremas forman parte desde la antigüedad greco-romana hasta nuestros días del canon occidental, han dejado todos –unos en mayor medida que otros- alguna huella que no sería arduo rastrear en mi obra. No le tengo temor a las influencias estilísticas o temáticas. Todo lo contrario: me estimulan y las cortejo... Ahora bien, si nos circunscribimos a los autores de lengua española más cercanos en el tiempo, me parece que no estaría incurso en error quien aseverase que plumas como José Martí, Unamuno, Rubén Darío, Antonio Machado, García Lorca, León Felipe, Neruda, Borges, Mieses Burgos, Moreno Jimenes, Pedro Henríquez Ureña –entre otros muchos que la memoria, encaprichada, se niega a recordar- se hacen sentir tanto en los versos como en la prosa míos. Siempre me ha atraído la grandeza. De ella me dejo contagiar. Nada espolea más mi numen que la lectura de una página gloriosamente escrita... Por esa razón acudo, ansioso y reverente, a quienes nunca me defraudan, a mis maestros: los clásicos. 

F. A: Usted ha afirmado que no escribe para todo el mundo, ¿se siente identificado con el culteranismo?

L. D: Ensayemos deshacer un equívoco asaz encontradizo y enojoso: no me siento identificado con el culteranismo, pero sí con la cultura y la belleza. Mas como vivo en un medio social ignaro y, por consiguiente, de gusto primitivo, basto y grosero, estoy plenamente impuesto de que mis libros sólo serán frecuentados –y con suerte distinguidos- por unos pocos espíritus selectos. Escribo desde mi condición de hombre que aspira a saborear los frutos superiores de la inteligencia y la sensibilidad. Si esto no interesa al vulgo, no es mía la culpa. ¡Qué más quisiera yo que mis escritos los leyese el pueblo! No es así..., sólo me queda deplorarlo, y seguir escribiendo.


F. A: A su juicio, ¿cuál debe ser la misión del escritor?
L. D: Escribir bien. En tanto que escritor, nada más se le debe pedir. En tanto que hombre..., bueno, ya eso es harina de otro costal.

F. A: De los géneros que cultiva, ¿con cuál se siente más identificado?

L. D: Con el que tenga entre manos en un preciso y singular momento. Los géneros no son más que cauces distintos por donde fluye siempre la misma agua del misterio esencial. Y lo que importa es que el cauce –cualquiera que éste sea- no esté seco. Teatro, poema, cuento, novela, aforismo, diálogo de ideas, ensayo, ¡qué más da!... El género es, hasta cierto punto, circunstancial; la verdad de estético abolengo que por él transita, profunda, eterna, inagotable.
F. A: ¿Por qué todavía no ha escrito novelas?
L. D: Porque como creador –no así como lector- nunca me he sentido atraído por esa modalidad de relato ficticio. La novela no ha tocado todavía a mi puerta y acaso jamás lo haga. El que abordemos un género u otro depende de propensiones anímicas recónditas sobre las que tenemos escaso control. No se escribe una novela porque decidas hacerlo, sino que ella, desde los entrañables predios del alma, resuelve y exige que le prestes tu voz. Y eso, mutatis mutandis, ocurre con las demás formas tradicionales del quehacer literario. 
F. A: Hablando de poesía, ¿cuáles condiciones o requisitos básicos debe reunir la poesía para ser poseedora de calid?L. D: La calidad poética no tiene explicación. La adviertes y te asombras cuando topas con ella, pero no puedes dar razón de su existencia. Porque ésta no es fruto de artificios o conocimientos que admitan ser asimilados y aprendidos. La buena poesía -¿acaso hay otra?- cabe ser forjada de muchos modos diferentes, pero ninguna manera de poetizar asegura por sí sola la virtud del poema. Lo único cierto en esta complejísima materia es que el lenguaje poético suele ser musical, densamente metafórico, alusivo, simbólico, indirecto..., y siempre sorprendente.

F. A: ¿Considera como los creacionistas que el poeta es un pequeño Dios?

L. D: Se me hace que pareja opinión, amén de inexacta, delata soberbia y fatuidad. El poeta no es un dios ni grande ni pequeño. Es un simple mortal que, si nació con algún talento lírico y la fortuna le sonríe, podrá amonedar un manojo de versos que las generaciones futuras no se resignarán a preterir.


F. A: ¿Por qué concede más importancia al ritmo que a la temática de la poesía?

L. D: Aclaremos las cosas: lo que funda la dignidad estética del poema es el tratamiento que el autor le ha dado, no su temática. Es la manera como ha sido desarrollado el asunto lo que confiere elevación artística a la creación verbal. El tema del poema interviene como uno más de los componentes que el aedo moldea para obtener el resultado expresivo que procura. Cabe éste hallaremos las felices y novedosas imágenes, la sonoridad acariciante de ciertas frases y expresiones, los imponderables artificios acústicos del verso, los acentos, la rima y tantos otros recursos sintácticos, semánticos y fonéticos cuyo pormenorizado examen tendré la prevención de ahorrarte, recursos que, en todo caso, apuntan al mismo objetivo: gestar un orbe imaginario de cautivador talante que allende el significado usual de las palabras –pero sin renegar de éste- nos enfronte al ser, a la prodigiosa dimensión de lo cósmico, infinito y originario.

F. A: Para aprehender los misterios de la fantasía poética ¿debe emplearse la intuición o la razón?

L. D: La intuición y la sensibilidad y la imaginación, si no me pago de apariencias. La razón es otra cosa. No es mediante la lógica discursiva que abriremos las puertas que permiten la entrada al universo enigmático del poema.

F. A: Usted ha escrito: “la razón del mundo no es... el mundo de la razón”, ¿podría explicar ese retruécano?

L. D: Con ese enunciado paradójico intento poner de resalto algo en el fondo obvio: que hay una explicación última, elusiva, inabarcable, que da cuenta de eso que llamamos “universo” o “realidad”, un ignoto y desafiante “por qué” que por más empeño que pongamos en esclarecerlo, siempre permanecerá refractario a los esfuerzos de elucidación del pensamiento humano.

F. A: ¿Podría asegurarse que usted posee una aprehensión mística del cosmos?

L. D: Si al misticismo se le despoja de su tradicional connotación confesional y fideísta, acaso deba responder a esa pregunta afirmativamente.

F. A: ¿A qué se debe que en su producción literaria siempre está soñando sueños que lo sueñan a usted?
 
L. D: Tal vez porque el sueño es la más cumplida y cabal metáfora de existencia humana, habida cuenta de que siempre que nos aplicamos a soñar nos zambullimos en esa zona profunda de nuestro ser, universal y arquetípica, de donde manan todos los símbolos de los que medran el arte y la literatura. Cuando hacemos poesía soñamos despiertos; cuando soñamos, poetizamos dormidos.

F. A: ¿Cree en la vida espiritual después de la muerte?

L. D: El yo y la conciencia individual –a Dios gracias- terminan con la muerte. A partir de ahí no sabemos lo que sucederá..., pero sospecho que el cosmos guarda algunos secretos extraordinarios a los que sin duda algo que fue León David –y entonces será acaso polvo, vacío, silencio y estupor- estará convidado.

F. A: Usted afirma que el ser humano es una criatura metafísica, ¿podría ampliar esa idea?

L. D: Ocuparse de lo sustancial y originario, del Ser, de la ancestral comarca que la realidad fenoménica revela y oculta a un tiempo mismo, debe ser reputado por el más noble oficio de la criatura humana. ¿Por qué estamos donde estamos?, ¿qué rumbo dar a la existencia?, ¿cuál es el valor y sentido de la vida?, he aquí una serie de preguntas para las que la ciencia nunca tendrá respuestas, aunque sea capaz de alcanzar las estrellas y descifrar el código genético de todas las especies vivientes. Y ocurre que tales planteos, rebeldes al proceder indagador científico pero propios de la cavilación metafísica, no admiten ser escamoteados si queremos dar fe de levantada dignidad moral y superior inteligencia. Eso lo saben perfectamente el filósofo, el místico y el poeta. Quien no ha llegado a descubrirlo sólo a medias puede llamarse hombre.

F. A: ¿Por qué considera que el orden metafísico es inmanente a la eternidad?

L. D: Por la sencilla razón de que la metafísica es un sumergirse en las esencias. Y lo esencial, si no perdura, no es esencial.

F. A: En cuanto a la percepción sensorial, ¿entiende que los sentidos del sujeto proporcionan imágenes correctas de los objetos percibidos?

L. D: Proporcionan imágenes que el capricho de nuestra constitución cerebral consagra como “verdaderas”, imágenes frecuentemente aprovechables, sorprendentes a veces y engañosas en más de una ocasión..., pero “correctas” sería el último calificativo que me pasaría por las mientes adjudicarles.

F. A: Para finalizar, ¿qué juicio le merece la crítica literaria?

L. D: Varios ensayos he publicado que pretenden –quizás sin demasiado éxito- ofrecer satisfactoria contestación a esa pregunta. Ahora sólo me animo a decirte que, siempre y cuando su autor sea un individuo sensible, ecuánime, culto, perspicaz, suficientemente sensato como para abominar de modas académicas y esoterismos seudo-científicos en candelero, y posea, otrosí, la necesaria competencia lingüística como para expresar las ideas con elegancia y brillo, la crítica que de su pluma brote resultará valiosa y esclarecedora al punto de tornarse imprescindible. Cuando se convierte en un género literario creativo, sin dejar de lado el insoslayable cometido de interpretación y enjuiciamiento, ha encontrado la crítica su verdadera vocación y más genuina identidad.


 
 



Los niños entrevistan a León David




 
 
 
 
 
 


“Jenócrates o en desagravio de la estética”, la nueva obra de León David
Una entrevista con el autor
Escrito por: Lorena Oliva

Nadie con un mínimo de información de lo que se guisa en los calderos de la literatura dominicana contemporánea se sorprenderá cuando se menciona el nombre de León David. Habría que exhibir un temperamento refractario a la belleza del lenguaje para negarse a reconocer que este escritor –señorial, acucioso, profundo refulge en el firmamento de las letras y el pensamiento vernáculos con luz cuya desbordada intensidad no admite que nos encojamos de hombros luciendo un mohín desdeñoso en los labios...

En sus más de cuarenta años de fecunda labor intelectual León David (humanista recalcitrante, porfiado estilista, venerador de la palabra altiva) ha enriquecido el acervo cultural de su país con obras fundamentales cuya hondura filosófica y excelencia formal le aseguran –de ello estoy convencida vida halagüeña y perdurable.

Poeta, ensayista, crítico, narrador, dramaturgo, el autor de libros tan afortunados como Adentro, Intento de bandera, Los nombres del olvido, Parábola de la verdad sencilla y El hombre que descubrió la verdad, no ha cesado de entregar lustro tras lustro a sus fieles lectores –acaso no demasiado numerosos, pero sí exigentes creaciones bizarras cuyas ideas, enfoques y talante expresivo quizás podamos no compartir, pero a las que en modo alguno cabría motejar de insignificantes o triviales.

No bien iniciado el año que transcurre, León David obsequió al medio intelectual criollo un texto de ensayística crítica meduloso en el que, en más de quinientas páginas, haciendo gala de su acostumbrada exquisitez verbal y conceptuosa solidez poco frecuentes entre los escritores dominicanos hoy activos, nos da a conocer su visión acerca de la cultura, la literatura y el arte. Por supuesto –presumo que el lector sagaz lo adivinó–, me estoy refiriendo a Cálamo currente, obra editada por el Banco Central dentro de su prestigiosa colección al cuidado de José Alcántara Almánzar, la cual, por desventura está agotada para esta fecha en las librerías. De los valores que atesora Cálamo currente se hizo eco con generosidad la prensa cuando el libro en cuestión fue presentado tanto en la capital como en Santiago.

He aquí, sin embargo que ahora, aún no repuesta del asombro y goce espiritual que suscitara en mí la lectura de Cálamo currente, su autor nos sorprende con la publicación de otro escrito estupendo y sui géneris que desde ya se perfila como un jalón, como un inevitable punto de referencia en lo que toca a la filosofía del arte en esta media isla, volumen de doscientas cincuenta y ocho páginas que lleva por título Jenócrates o en desagravio de la estética.

Sobre esta reciente obra de inusual corte reflexivo, que asume y recupera con innegable acierto y esplendor la olvidada dialéctica del diálogo platónico, hemos querido conversar con León David. A continuación el resultado de nuestro coloquio.

- LO: ¿Por qué un libro de estética? ¿Habrá en el todavía exiguo ambiente cultural dominicano más de tres docenas de lectores que muestren curiosidad por ese tema?

- LD: Tal vez tengas razón, y los posibles lectores de mi Jenócrates no superen hoy la cifra que mencionas... Pero yo no escribo para que me lea todo el mundo. Es más, no creo que ningún autor que se respete tome en consideración los gustos, opiniones y proclividades del lector promedio ni tampoco la política literaria de las casas editoriales a la hora de escoger aquello sobre lo que va a escribir. Un escritor serio escribe sólo sobre lo que le abrasa y apasiona. Si no actúa de ese modo nada podrá decir que valga la pena. La primera obligación de un autor responsable es pensar y expresarse con hondura, gracia y vigor. Y ¿quién puede comunicar ideas sustanciosas y felices cuando el asunto que se aviene a tratar no le entusiasma?

- LO: Pero seamos francos, león: si publicas es porque deseas que te lean, que los demás se enteren de lo que has creado. De otra forma guardarías el manuscrito en una gaveta de escritorio y lo dejarías dormir el sueño de los justos.

- LD: No me malinterpretes, Lorena: Ojalá me lean cientos y miles de personas. No veo por qué envanecerme de tener escasos lectores. Por el contrario, nada me regocijaría tanto como descubrir que mi libro es reclamado igual que hogaza de pan recién salida del horno. Pero la realidad me impide forjarme ilusiones de esa optimista índole.

[b]- LO: ¿Qué realidad?[/b]

- LD: La que tú señalabas hace un instante: La estrechez e indigencia del público lector en estos pagos caribeños.

[b]- LO: Entonces no le auguras mucho éxito al Jenócrates...[/b]

- LD: Convendría primero definir lo que se entiendo por éxito. Tengo por cosa averiguada que en materia de literatura daremos con dos tipos de obras: las de actualidad y las importantes. Las primeras lo único que tienen a su favor es un tema de moda, una circunstancia; apenas la actualidad de que se nutren se extingue, desaparecen... y es como si nunca hubieran sido escritas. Las segundas suelen causar poco alboroto cuando aparecen. Mas habida cuenta de sus primores y bondades, terminan por imponerse; se convierten en clásicas. Quizás nunca llegarán a ser populares, pero generación tras generación serán apreciadas por cuantos no se conforman con menos que lo mejor... No aspiro a ser exitoso en el sentido de convertirme en un autor cuyas obras se venden como pastelitos calientes cuando se está famélico. Pretendo harto más que eso: aspiro a que dentro de trescientos años alguien que por azar tope con mi libro, lo lea y exclame ¡Caramba, esto lo disfruté!

[b]- LO: Háblanos de Jenócrates. ¿Qué tesis sostienes en sus páginas?[/b]

- LD: Una muy simple: que si lo que nos desvela es que el ser humano consiga superarse, dignificarse y avanzar, no podemos desentendernos de la belleza. Por consiguiente, reflexionar en torno a lo bello, lejos de presentársenos como superflua y ociosa ocupación, se nos impone en tanto que tarea crucial e irrenunciable. Nunca el hombre se descubre más hombre que en la belleza.

- LO: ¿Por qué adoptas la forma del diálogo para desarrollar tus ideas? ¿Por qué no escribiste un manual de estética, un tratado, una monografía o un ensayo?

- LD: Porque Jenócrates –al igual que la obra que le antecedió, Diotima o de la originalidad surgió gracias al estímulo espiritual que en mí produjo la monumental e imperecedera creación platónica. Me propuse –atrevido pigmeo emular a ese titán del pensamiento y la expresión. El saldo, bueno o malo, ha sido el libro sobre el que ahora me interrogas.

- LO: ¿Por qué habiendo tenido un origen tan ilustre y habiendo sido cultivado en ciertas épocas por plumas eminentes, el género del diálogo filosófico parece ser hoy, si a las evidencias me remito, casi un objeto de anticuario, un vestigio arqueológico?

- LD: La razón de parejo repudio es obvia: el decaimiento de las humanidades y el consiguiente desprecio de lo que éstas fervorosamente encarecían: la distinción expresiva unida a un pensamiento erguido, lúcido y contundente. Tiempos son estos de vulgaridad y vacuo experimentalismo. Imposible que en tales circunstancias el diálogo filosófico prospere y logre despertar el interés del lector promedio.

[b]- LO: ¿En qué constituye un aporte el diálogo Jenócrates?[/b]

- LD: Para empezar, en cuanto puede conjeturarse, muy pocos escritores en nuestro país se han dedicado a reflexionar a fondo en torno a los arrebatadores problemas que el arte y la belleza plantean. Así las cosas, como no cuenta con notables ni copiosos antecedentes, este libro es de por sí una novedad. De otra parte, intenté levantar mi palabra, pues ¿cómo hablar de la belleza acudiendo a un lenguaje ápodo, seco o desaseado? Y me impuse también la obligación de que por más que ahondara en el análisis de las elusivas cuestiones estéticas, mi discurso, evitando tecnicismos laboriosos, no perdiera el encanto risueño de la contraposición de criterios propia del culto pero espontáneo coloquio familiar. Si en alguna medida tuve éxito en semejante empresa, con ello te habré respondido cuál pueda ser el aporte de Jenócrates.

[b]- LO: ¿Deseas añadir algo más?[/b]

- LD: Sólo dos cosas: que Jenócrates ha tenido el privilegio de ser prologado por una de las mentes filosóficas más esclarecidas de República Dominicana, el Dr. Luis O. Brea Franco, quien, en páginas que no tienen desperdicio, lo examina, valora y juzga... Y que dicha obra está ya a la venta en las mejores librerías del país y también en la Feria del Libro.

 

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