León David declama sus poemas
CÁNTICO
BLASFEMO
1
¿Piensas,
sueñas, divagas o deliras?
¿Qué
ultrajante verdad pudre en tu pecho?
¿Qué
Leviatán infame y al acecho
Alimentas
del aire que respiras?
Si nadie
escuchará, ¿por qué suspiras?,
Sea mudo tu
quebranto aunque desecho
Se estruje
el corazón en el barbecho
Donde tus
ascos mascas y tus iras…
No hay a
quién acudir, nadie te espera,
Ya no asoma
Julieta a la ventana
Ni mana la
promesa en el calostro,
Que no
retornará la primavera:
Se tiznó de
ceniza la mañana
Cuando a
otro lado Dios volteó su rostro.
2
¿Seré yo el
sueño de alguien que me sueña
O acaso el
soñador seré que jura
Que es
verdad esta carne, esta pavura
Y el abismo
en que mi alma se despeña?
¿Por qué
creer que la conciencia es dueña
De lo real
y que en la noche oscura
No voy a
despertar y la impostura
Descubrir
del que soy, del que se empeña
En
figurarse sólida la roca,
Propicia el
agua, transparente el cielo,
Verde la
encina, ínfima la oruga…
¿Podré
espantado descorrer el velo
Y comprobar
que el pensamiento toca
Lo que ya
se disuelve y lo que fuga?
3
Llevo la
muerte colgada en el costado,
Se hunde en
mi carne cual precisa daga
Y no
importa qué piense, diga o haga
No se aleja
ni aparta de mi lado.
Por más que
me escabullo no la evado,
Sus feroces
colmillos en mí clava,
Soy apenas
un grito y una llaga,
Un oscuro
estupor descoyuntado.
La vida me
ha sorbido; soy un yermo
Más estéril
y seco que la arena
-Ceniza
acaso que dejó la llama-;
Voy encorvado, titubeante, enfermo,
¡Oh que
torva pasión cruda y obscena
La de esta
muerte que jura que me ama!
4
¿Qué mundo
es este inhóspito y extraño
Que
danzando a mis ojos se presenta?
¿Por qué
rehúso de caer en cuenta
De que es
todo ficción y todo engaño?
Sabiendo lo
que sé, ¿por qué me apaño
Para
confiar en lo que astuto inventa?
¿Y por qué
le tolero que me mienta
Y en su
cascabeleo le acompaño?
¿Qué vida
es esta donde todo pasa
-Instante
de humo e impalpable sombra-
Sin
consistencia ni alma, sin sentido?...
Este cuerpo
que habito y que me asombra
Jamás será
mi hogar, jamás mi casa
Pues no soy
el que ves: ése ha partido.
5
Si no fuera
la noche inabordable
Ni
predecible la remota estrella,
Si no
borrara el viento toda huella
Y grato se
tornara lo execrable,
Si pudiera
acceder a lo insondable
Y echar al
mar en plácida botella
La verdad
que fugó, y junto a ella
Esta
angustia viscosa e implacable,
Si no
tuviera el áspid cruel veneno,
Si fueran
blandos mármol y granito,
Si no
brotara sangre de la herida,
Entonces,
sólo entonces en el cieno
En donde
expía el hombres delito
Podría tal
vez dar hurras a la vida.
6
Ignoro a
dónde voy y lo que busco,
De dónde
vengo, no lo sé tampoco,
Sólo
advierto que todo lo que toco
Mi corazón
transforma en un pedrusco
Yerto e
inexorable; y aún aduzco
-¿Acaso
estoy perdidamente loco?-
Que es
preciso vivir y a ello me aboco,
Atávico
impudor grotesco y brusco.
Rompo
contra mi sed… Veo a Caronte
Aguardando
paciente en la ribera
Que conduce
al paraje más oscuro;
Ya no hay
trino ni cielo ni horizonte
Y conozco
muy bien lo que me espera:
Destrozarme
la frente contra el muro.
7
Lo que mis
ojos ven no es lo que miro
Y no oyen
mis oídos lo que escucho,
Contra la
delusión y la impostura lucho
Porque nada
es real…solo deliro.
A donde
quiera la cabeza giro
El engaño
prospera fosco y mucho,
Tan solo en
una cosa he de ser ducho:
En no creer
ni al aire que respiro.
No es dicha
o paz lo que al dudar procuro
De lo que
es para todos evidente,
No es por
esa razón por lo que insisto
-Revelación
de la que no me curo-
Que la
verdad escapa al percipiente
¡Nadie
sabrá jamás si soy o existo!
8
Tan solo
soy un grumo del Vacío,
Pústula
prescindible de la nada,
Un tumor,
un calambre y una arcada
Del bostezo
del Cosmos mudo y frío.
Puedo
soñarme ser, creer que es mío
Este cuerpo
de carne desahuciada,
Estos ojos
que inventan la alborada
Y hasta mi
afán, mi duda y mi extravío;
Puedo
arrancar las flores con la mano,
Sentir la
lluvia rodar por la mejilla
Y cosechar
los frutos de mi huerto,
Pero al
final sabrás que todo es vano,
Que nadie
habrá esperándote en la orilla
Y que
aunque creas vivir, estás ya muerto.
9
Cuando nací
abandoné el regazo
Cálido y
amoroso de la Nada
Y hacia la
noche turbia y despiadada
Enfilo
desde entonces cada paso;
Repetir sin
cesar la agria jornada
Desde la
madrugada hasta el ocaso,
Entregarme
al hastío y al abrazo
De la
sombra voraz desencajada,
Tal es mi
historia: vida de guiñapo,
Brozas del
sueño que una vez tuviste
Y que hoy
es menos que un inmundo trapo…
¡Calla, no
escaparás!, por la vereda
Llega el
eral bufando y ya te embiste:
Todo se
desvanece, nada queda.
10
Hoy estoy
vivo, mañana estaré muerto,
El que
ahora somos se nos va y escapa,
El instante
se escurre, ¿quién lo atrapa?
La única
verdad, lo único cierto
Es que bajo
la tierra, frío y yerto
En un lugar
del que no existe mapa
La
Insidiosa, la Oscura se agazapa
Y dejará mi
sombra al descubierto.
¿Quién soy
sino el que sabe que se ha ido,
El que
veloz galopa como un potro
Desde su
propia entraña descendido?
Soy la
trampa letal de este segundo
Que me
consume y me convierte en otro
Para sorna
y solaz del caos inmundo…
11
Dios es
bocado amargo e indigesto;
No admite
comprensión, sólo alabanza;
Que mi
rencor le sirva de pitanza:
Su
inmaculada perfección detesto.
Sólo
provoca en mí rabia y denuesto,
Él nunca ha
merecido mi confianza
Y la vida
que tengo no me alcanza
Para
execrar su amor vano y funesto.
¿Cómo
podrías, Dios, rehabilitarte
De haber
creado el universo atroz
Y
entregarme a su saña sin abrigo?
…¿Tan
infecto delito perdonarte?
No cabe
redimirte de ser Dios,
Y pues la
voz me diste, te maldigo.
12
Dicen que
carga cada cual su cruz.
La mía
tiene nombre, es mi conciencia;
La arrastro
y sobrellevo, penitencia
Por saberme
sin puerto, alma ni luz.
Salvo serás
–me dices- por Jesús;
¡Qué
presuntuosa y tonta impertinencia!
Nada podrá
curar esta existencia
De su
hedor, su inmundicia y de su pus.
¿Fue alguna vez la sombra tan oscura?
Nunca el
horror me había estrujado tanto
Ni tanto me
abismé en la pesadumbre.
Hay que
seguir no obstante por la dura
Y desolada
senda del espanto
Y desde el
asco cantar la podredumbre.
13
La vida es
una infame pesadilla
Amasada en
la mueca del desprecio,
Es sólo
tolerable para el necio
O para el
que se postra en la rodilla.
No hay
tesoro aguardando en otra orilla
Pues del
naufragio no quedó ni el pecio;
Un puñetazo
miserable y recio
Hizo añicos
mi fe en la maravilla.
¿Qué resta
del que fui? Éste, el de ahora,
¿Será
ficción, fantasma que imagino?
¿Carezco
como el aire de cimiento?
Tan solo sé
que vago cual espora
Perplejo,
desgarrado y sin destino
Al capricho
implacable del momento.
14
No hay nada
más inicuo y más perverso
Que el Ser
que Dios creara -¡vaya antojo!-,
Trampa para
el oído y para el ojo,
Sombras que
transfiguro y tergiverso.
Maquinación
monstruosa, el universo
Es la
lúgubre estancia donde arrojo
El descreimiento,
la náusea y el despojo
Del corazón
violado de este verso.
¿Qué hacer
con mi agobiante incertidumbre,
Con este
sospechar lo que la espera
Al alma en
quiebra y de ilusión ayuna?
Despellejar
el grito es mi costumbre
Mientras
urde la noche infiel y artera
La brutal
puñalada de la luna.
15
Mil falaces
razones trueco y urdo
Para
encontrar al existir sentido.
Nací y me
extravié, sigo perdido
Ebrio del
discurrir con que me aturdo.
Contra un
muro golpee, áspero y burdo,
De la razón
volví desentendido:
Lo que es y
será y lo que ha sido
Tiene la
inconsistencia del absurdo.
La calígine
muerde, tengo frío,
Un temporal
enfrenta mi navío,
Mi
descuajado y desvalido esquife.
Ya no
siento ni pienso, nada es mío,
Brama el
oleaje, me arrastra y sólo ansío
Que en sus
fauces me engulla el arrecife.
16
Esta
oportuna insensatez prolífica
Que me
impele a olvidar lo que aborrezco,
A olvidar
el que soy y que adolezco
De una
extraña neuralgia metafísica;
Esta
dolencia exacta y específica,
Providencial
y amable que padezco,
La
inmundicia y el mal turbio y grotesco
Los
transfigura en realidad mirífica.
Logro así
subsistir desentendido
Del miedo,
de la ira y del desgano,
Tal es la
sinrazón de que no curo;
Sinrazón
bienhechora donde he huido
De la
horrenda verdad: que en el oscuro
Silencio de
mi carne está el gusano.
Muerte
grave y puntual, sé que me aguardas
Ojerosa y
paciente en el extremo
Opuesto del
nacer… mas no te temo
Ni con tu espuria mueca me acobardas.
Te conozco
muy bien, pues en las pardas
Noches de
insomnio donde el alma quemo
Elevo al
cielo un cántico blasfemo
Y extrañado
pregunto: “¿por qué tardas?”
Hueca,
insondable y vaporosa eres,
Careces de
substancia y de figura,
Consigo
presentirte aunque no verte…
Presto voy
hacia ti, no desesperes,
Sueño en tu
nada generosa y pura
En donde me
hundiré, piadosa Muerte.
18
¡Qué
tristeza el horror y la agonía
De este
incurable mundo desquiciado!
Yace a mis
pies el sueño estrangulado
Y
desgarrada el alma se vacía.
¡Qué
tristeza la carne y su porfía
-bestia
infernal que muerde tu costado-
Y entregar
el amor desamparado
A la
perfidia estólida del día!
Qué
tristeza el candor tibio y desecho,
Qué
inútiles las quejas de este canto,
¡Cuánta
abominación, cuánto derroche
De protervia
feroz cabe en el pecho
De la
criatura humana y cuánto espanto
Traerá la
abrupta y despiadada noche!
19
¿Qué sería
de mí sin la tristeza?,
Pues si
algo soy es esta pesadumbre,
Este
desgarramiento, esta costumbre
De
macerarle el rostro a la impureza.
La ilusión
la perdí, el alma pesa
Mientras se
agita la agria muchedumbre,
Todo es
desolación y podredumbre,
¿Qué
endriago ríe sirviéndonos la mesa?
¿Sabes que
Dios abandonó la estancia
Y solos nos
dejó con la condena
De
deambular sin rumbo y sin destino?
Pero es tan
terca y sorda la ignorancia
Que a pesar
del desdén y de la pena
Henos aquí
creyendo en su camino.
20
¡Qué sueño
soñé anoche prodigioso!:
Sobre el
curvo arco iris correteaba
Mientras
despreocupado tarareaba
Alado canto
extraño y melodioso.
La cúpula
de un cielo esplendoroso
Pletórico
de astros contemplaba,
Extasiado
en su luz me arrebujaba
Y hasta el
silencio me abrazó amoroso.
¡Qué
sensación tan deleitosa y pura!,
¡Qué
excitante y espléndida aventura!,
No pudo ser
aquello más perfeto:
Me habló la
Esfinge: “escucha, te diré,
Oh
transparente amigo, mi secreto”…
Y sucedió
que entonces desperté.
21
Yo soy el
que transcurre y se desliza
Del
inasible ayer hacia el “quien sabe”,
Mayúsculo
estupor soy que no cabe
En el
rictus del polvo y la ceniza.
Las horas
pasan, la angustia se eterniza,
Pesa un
presentimiento turbio y grave…
La
esperanza fugó, perdí la llave
Del cofre
de la luz y la sonrisa.
Heme aquí
ahora descuajado y seco
Entre la
multitud rugiente y loca
Que
emascula y rebaja cuanto toca
Horadando
en mi entraña un hondo hueco…
Dios se ha
marchado, todo se derrumba;
Dentro del
corazón se abre una tumba.
22
La ilusión
expiró, estoy de luto,
Ya no
refulge plácida la luna
Y no hay risas
ni cantos en la cuna:
La noche
escupe su asqueroso esputo.
Cría la
sombra el desolado fruto
Del estupor
y no hay ninguna
Puerta para
escapar de la importuna
Costumbre
de sufrir… hosco y enjuto
Soy presa
del hastío y del quebranto,
Del bronco
escalofrío del espanto
Que
profanan mi verso cuando escribo.
Rota la
frente por la coz del bruto,
Me hago a
la soledad y al desencanto
Para al
menos soñar que aun estoy vivo.
23
Harto de
ser el que no soy, cansado
De profanar
el aire con mi grito,
De mi
frente golpear contra el granito
De este
ominoso mundo desquiciado,
Harto de
ser el vil, el condenado,
El
execrable réprobo proscrito,
El que
empañó la voz del infinito
Y le cortó
el aliento al cierzo helado,
Harto, en
fin, de las noches de desvelo,
De
deambular jadeante y errabundo
A rastras
del dolor y el desengaño,
Me descubro
explorando el alto cielo,
Me descubro
mirando el mar profundo…
Pero Dios
no está ahí y yo lo extraño.
24
Acaso pueda
perdonar Tu ausencia
Y que el
azul del cielo esté vacío,
Que cuanto
amo y detesto y llamo mío
Te provoque
glacial indiferencia,
Acaso Te
perdone la insolencia
De ser
eterno y puro hasta el hastío,
Que el
blanco invierno y el ardiente estío
Obsequio
sean de Tu omnipotencia.
Acaso Te
perdone, oh Dios supremo,
Que me
hayas arrimado al hosco insulto,
Al
desencanto, el asco y el encono,
Pero mucho, muchísimo me temo
-Aunque
antes lo callaba hoy no lo oculto-:
Darme la
vida no te lo perdono.
25
¿Dónde,
decidme, dónde está la casa
Con su
jardín risueño florecido
Y el
espléndido roble con su nido
De cantores
jilgueros?... todo pasa.
El fogón
familiar de humeante brasa
En donde
borbotea bendecido
E impoluto
el café, ¿dónde se ha ido
Que ni el
aroma me dejó en la taza?
Todo
aquello que amé me lo han quitado
--Minucioso
y completo fue el despojo-,
Masco la
soledad, el sueño muerdo…
¿Quién
puede devolverse a su pasado
O convertir
en rosas el abrojo?
Solo el
cansancio arrastro y el recuerdo.
26
Sé de un
país arcano, portentoso,
Donde la
oscuridad su helada huella
Nunca ha
estampado y donde la estrella
Es azul
canto místico y glorioso;
No hay
paraje más grato y fabuloso,
Más oculta
comarca ni más bella
Que aquesta
que conozco porque en ella
El silencio
susurra rumoroso.
Ese lugar
que acaso tú hayas visto,
Que acaso
puede que hayas visitado,
Igual que
la verdad, no tiene dueño;
Mas te
he de confesar –en ello insisto-:
Tu codicia
depón que nadie ha hollado
El núbil
territorio de mi sueño.
27
Soy un
grumo de carne macerada,
Un puñado
de polvo que respira,
Un reflejo
sin alma, una mentira,
Un patético
antojo de la Nada;
Soy sangrante despojo, hueca arcada
De una
atávica náusea que delira,
Una
encorvada sombra que suspira,
Un girón de
pavura anonadada;
Soy el que
ya no es, el que ha partido
O acaso
–¿quién lo sabe?- el que ha arribado,
Tal vez el
que en la tarde se ha perdido
Y tirita de
frío al descubierto;
Soy aquel a
quien dijo el cierzo helado:
“Cava tu
sepultura que estás muerto”.
28
Eres vapor
que el aire difumina,
Humo que el
viento sopla y desvanece,
Escalofrío
helado que enmudece
Cuando el
viscoso instante te asesina.
Hacia el
báratro artero se encamina
Tu alma
descarriada que enloquece
Mientras
fuga la carne y se estremece
Presintiendo
el final que se avecina.
Un
impasible Dios sordo y lejano
-El que tu
espanto y aflicción ignora-
Es el amo y
señor del hondo arcano
Y el autor de este absurdo orden abyecto
Que en ti
no se interesa y te devora:
No vales
más que un miserable insecto.
29
Un tiempo
hubo de candidez radiante
-El sol
acariciaba mi vergel-
En que el
zarpazo de la garra cruel
No hacía
mella en mi pecho desafiante.
Firme
marchaba siempre hacia adelante
Del panal
cosechando rubia miel,
Solo atento
al sonriente cascabel
Y a la flor
promisoria del instante.
Hoy, cuando
el asco y la amargura muerdo
Aquel
mozuelo altivo e insolente
Se instala
chocarrero en mi recuerdo,
Si es que
acaso recuerda el que es difunto.
¡Qué ciega
juventud y qué inocente!:
¿Cómo pude
ser ése?, me pregunto.
30
Registrar
la amargura es turbio oficio
Del segundo
que huye infiel, perverso;
¿Quién
puede acomodarse a un universo
Surgido de
insensato maleficio?
Ser y saber
que eres, no hay suplicio
Que iguale
al del instante que malverso,
No te sorprenda
entonces que este verso
Hieda como
un eructo meretricio.
A cada
amanecer le tuerzo el cuello,
Del
denuesto y el grito hago derroche
Hasta
quedar tendido y sin resuello…
¡Qué
reclusión tan hosca y tan oscura!
Nunca había
sido más brutal la noche:
Resígnate,
tu mal no tiene cura.
31
¿Dónde cayó
violada la ternura?
¿Cuándo fue
la inocencia mancillada?
¿Quién,
vil, amordazó la madrugada?
¿Cómo es
que ya no fluye el agua pura?
¿Quién
estupró la virgen hermosura
Y en golfa
la trocó desvergonzada?
¿Quién fue
el que fulminó de una estocada
La sonrisa,
el amor y la dulzura?
¿Quién la
canción volvió ronco graznido?
¿Quién
escupió la mano hospitalaria?
¿Quién
descuajó en la rama el frágil nido?
¿Cómo podré
mi pena acariciar
Ahora que
Dios es sordo a la plegaria
Y nadie oye
mi voz ni la del mar?…
32
¿Qué sucede
con mi alma que tropieza,
Resbala,
cae y vuelve y se levanta?
¿Por qué
este sueño atropellado canta
Y me llena
de trinos la cabeza?
¿Por qué
desmelenada la tristeza
Con estragada voz mi angustia espanta
Y acude de
repente a mi garganta
Vuelta
armonía, claridad, belleza?
No sé qué
exacta alquimia milagrosa
Desparrama
su ensalmo a este momento
Y el
llanto trueca en encarnada rosa;
Sólo sé que
la llaga y la agonía
Extrañamente
ahora yo las siento
Transmutadas
en luz y en melodía
33
Este andar
por andar no tiene caso.
Cansado
estoy de perseguir la sombra.
Oigo una
voz helada que me nombra…
Es hora ya
de apresurar el paso.
Desde la
madrugada hasta el ocaso
De oxidados
alambres una alfombra
Mi planta
ha de pisar, ¿y aún te asombra
Que rebose
de cólera mi vaso?
¿Hacia
dónde me lleva este camino?
-Quizás
enrumba hacia mi propio centro-
Y trazo al
recorrerlo mi destino…
Soy –no lo
dudes- Tu espléndido fracaso
Y me
dirijo, oh Dios, hacia Tu encuentro:
Eres dueño
del circo… yo el payaso.
34
Lo que
tengas que hacer hazlo en el acto;
¿Qué ves
cuando te miras?, un provecto
Miserable
estropajo, el más perfecto
Y anodino
pulgón, viscoso extracto
De bruscos
sinsabores, artefacto
Desahuciado
de aullidos, ruin insecto
Que vuela
hacia el candil raudo y directo
Y se quema
las alas de ese impacto.
Pobre
guiñapo, contrito monigote,
Nunca halló
tu inquietud reposo y calma,
Fuiste en
tu embriaguez saña y azote.
Ya está de
más el ácido reproche,
Que si del
que reniegas te dio el alma
Tú la
perdiste en medio de la noche.
35
Dejadme
este feral escalofrío,
Que nadie
compadezca mi amargura,
No me
quitéis la rabia y la locura:
Salvo el
horror y el asco nada es mío.
Por mis
desgarraduras me extravío
Y no son
gestos huecos ni impostura
Este
empuñar el grito y la pavura,
Este
anhelar tinieblas y vacío.
Provengo de
un lugar que ni yo he visto
Pero que de
algún modo habré soñado…
-¿Por qué
en soñar su búsqueda persisto?-
Bajo un
cielo sin Dios el sol me abrasa,
Hasta el
alma se escuece, estoy cansado…
Sigue –oh
dolor- hasta encontrar tu casa.
36
Afirma en
algún libro la leyenda
(Legado
fabuloso que atesoro)
Que hubo
antaño una edad –la llamó de oro-
Libre de
crimen, lágrima y contienda.
El sentido
común me recomienda
-Aunque su
hermosa candidez valoro-
Que otra la
historia fue, y me cercioro
Que la
verdad se expande en la trastienda
Donde
medran horror y desamparo,
Donde su
rostro muestra descompuesto
Con gesto
de agonía el alarido.
Fue siempre
vil el hombre y me preparo,
Pues de
ello estoy perfectamente impuesto,
Al ósculo
final, negro estallido.
37
Aplaca tu
atrición corazón mío,
Da tregua,
herido orgullo, a tu quebranto,
Enjuga ya
de la mejilla el llanto,
Del
desconcierto escapa y del hastío.
No importa
que la Nada y su extravío
Acaricie la
ijada del espanto,
Prende una
luz en la matriz del canto
Y arráncate
la piel si sientes frío.
Por más sea
intratable la fortuna,
Deja que
brille la esmaltada luna
En lo hondo
de la carne, que es tu cielo;
El que supo
sufrir todo lo pudo,
Rásgale a
la ilusión su impostor velo
Y sumérgete
en ti solo y desnudo.
38
Ya vuelves,
oh aflicción, con mano cruda
A
deshojarme el corazón sencillo
Y con furia
de garra o de cuchillo
Violas mi
alma cándida y desnuda.
No me
rescatarán si pido ayuda,
Se ha
cerrado la puerta con pestillo
Y en un
rincón oscuro me acuclillo
Soportando
el zarpazo de la duda.
¡Cómo pesa
saber que nada espero
Del hocico
implacable y carnicero
Que me
persigue y que ya me alcanza!
¿Hacia
dónde el espanto se apresura?
Ya no hay
cielo ni luz ni lontananza
Y la muerte
cavó tu sepultura.
39
La vida es
una obscena payasada,
Obsequio
envenenado de un Dios chusco,
Un Dios que
nunca está cuando lo busco
Aunque me
obliga a oír su carcajada.
Esta pálida
faz desencajada
Cuyo
ojeroso desconsuelo luzco
El golpe
resistió sórdido y brusco
Del antojo
de carne de la Nada.
Fuimos
creados por mi mal y el tuyo
Para el
segundo que fugaz nos deja
Lacerada la
piel y el terco orgullo,
Y en tanto
que resbala en la cornisa
De la yerta
ilusión mi ansia perpleja
Hueca y
brutal de Dios brama la risa.
40
La tiniebla
ominosa, la garganta
Donde se
atasca el grito y te devora,
Donde
resbala el inasible ahora,
Donde el
pavor se esconde y te amamanta.
Su
descompuesta faz hiere y espanta
Y con ella
me topo hora tras hora;
Desahuciado,
el gemido se me atora
En el medio
del pecho y lo quebranta.
¡Qué
infortunio tan hondo y tan espeso
Saber que
nadie escuchará tu rezo,
Que todo ha
sido escandaloso y vano!
Soy un
fracaso colosal, inmenso,
Por el
polvo me arrastro cual gusano
Perdido,
débil, mudo e indefenso.
41
Cuando me
coloqué frente al espejo
Y un rostro
vi de palidez de cera,
A duras
penas descubrí quién era
En el
cristal la imagen de ese viejo;
Aterrado,
incrédulo, perplejo
Al
comprobar que es ilusión artera
Creer que
ha de durar la primavera,
Procuré
congeniar con mi reflejo.
Marchita
tez, exánime, ojerosa
Y una expresión
sombría, pavorosa
De aquel
que antaño fui solo ha quedado.
El tiempo
es un tahúr, nadie lo ensalma
Para que
nos devuelva lo robado:
La
esperanza me hurtó, con ella el alma…
42
En
perseguir quimeras me entretuve;
Creyendo en
su esplendor corté la rosa;
La estrella
que sonríe esplendorosa
Me la
apropié también junto a la nube.
En donde
puse el pie, por donde anduve
Oídos le
prestaba a la capciosa
Realidad
que substancia cada cosa
-Humo que
se dispersa cuando sube-.
Sólido
imaginaba y permanente
Lo que
nombrar podía con la mente
O aferrar
con los dedos de la mano…
Ciego y
loco era yo, ¡cuánta inocencia!,
No
percatarme de que todo es vano
Y el mundo
engaño, sombra y apariencia.
43
En mi
arteria la sangre se atropella,
Contra la
rabia mi aflicción rebota,
Resquebrajada
el alma, el ansia rota,
¿Por qué me
empeño en desnudar la estrella?
Espejismo
de luz, ascua, centella,
Corazonada
turbia que me azota,
Cargo,
pesada y brusca, la derrota
Como en
brazos se lleva a una doncella.
Vivir es un
descomunal fracaso,
Que este ir
y venir no tiene caso
Cuando la
oscuridad ronda implacable;
En tu carne
la Nada ávida crece;
Imposible
eludir lo irreparable:
Eres vapor
que el viento desvanece.
44
Hoy estoy
vivo, mañana frío y yerto,
Muy poco
filosófico es el grito,
Mas tal es
la verdad que el Hado ha escrito,
Fundamental
e irreparable aserto.
No hay que
fungir de docto ni de experto
Para
entender que el hombre es el precito
De un Dios
que se ha arrogado el Infinito
Con el fin
de arrojarnos al desierto
De esta
carne que duele y que tirita,
De esta
furia impotente y expedita,
De este
incoercible y despiadado asombro
De querer
existir, torvo exorcismo
Del Supremo
Hechicero que al abismo
No tardará
en echarnos como escombro.
45
¿Repararás
en tu insignificancia?
¿En qué
eres tú más digno que una mosca?
¿No estás
hecho de instantes y de tosca
Carnal
materia que se torna rancia?
Incapaz de
aceptar tu irrelevancia,
Con
suficiencia fanfarrona y hosca
A la
ciencia –culebra que se enrosca-
Vas en
busca de cura a tu ignorancia;
Pero la
ciencia respuesta nunca ha hallado
Ni
encontrará… la Esfinge se ha callado
Y sólo
escuchas su vitando aliento.
Eres
mortal, amigo, ese es tu estigma,
Saber que
pasarás y el gran enigma
Se perderá
contigo sobre el viento.
46
Indefenso,
desnudo, desgarrado,
Espantado,
impotente, derruido,
Exhausto,
desmedrado, perseguido,
Enfermo,
roto, sombrío, enajenado,
Delirante,
abatido, desahuciado,
Lóbrego,
taciturno, descendido,
Quejumbroso,
sangrante, desvalido,
Ciego,
jadeante, hundido, despreciado,
Acosado,
perdido, penumbroso,
Desconsolado,
réprobo, desecho,
Mustio,
estragado, insomne, contrahecho
Pisoteado,
patético, andrajoso,
Despavorido,
incrédulo, infeliz…
La vida
mía, vida de lombriz.
47
Tu dolor
acaricia, él es la vida,
Brota la
lucidez del sufrimiento,
Sabios son
el quebranto y el lamento,
Irrebatible
la sangre de la herida.
Esta carne
que inmolo desvalida
Y sólo en
la aflicción halla sustento
Harto menos
real que el pensamiento
Revélase a
la mente sorprendida.
Meditar
¿para qué?... si filosofo
Y del
profundo discurrir me mofo
Es que no
importa sino lo que siento;
Sólo el
quebranto tu destino labra,
Déjalo
hablar, escucha su palabra
Y lo demás
que se lo lleve el viento…
48
No podrás
desatar esta mancorna
Que impuso
Dios con gesto proditorio
Y no hay
ruego ni afán deprecatorio
Que consiga
librarte de la sorna
Dibujada en
Sus labios, mientras torna,
Implacable,
feroz, intimatorio
A
imprimirte en la sien el convulsorio
Beso
alevoso que el alma te trastorna.
Descree de
Su bondad porque Él no cura
De tu
desilusión ni tu amargura,
Siempre
voltea el rostro hacia otro lado;
Es el
culpable de la Noche oscura,
El inventor
del mal y la impostura
Y no te
atenderá… está ocupado.
49
No hay
ultraje mayor ni peor afrenta
Que golpear
a un portón siempre cerrado,
Que saberme
precito y condenado
A este
estertor de carne fraudulenta.
Todo lo que
me hace y me sustenta
Es fruto de
un azar despreocupado,
¿De qué vale
el reproche sublevado
Cuando
nadie lo escucha y toma en cuenta?
El mundo en
el que estoy no necesita
De mi
desesperada y macilenta
Jornada
bajo el sol crudo, inclemente;
En la tarde
ominosa se marchita
El aterido
instante y se aposenta
En mi alma
bajo un cielo indiferente.
50
Dios no
responderá… ¿de qué me aflijo?
Ambos hemos
llegado a un mutuo acuerdo:
Yo hozaré
el excremento como un cerdo,
Él con su
eterna gloria como alijo.
Y pues
ignoro si en verdad soy hijo
Del abismo
que engulle hasta el recuerdo,
Muerdo mi
carne y al hacerlo muerdo
De esta
vida el patético acertijo.
La
pesadumbre con insidia lame
La elusiva
certeza de este infame
Rincón del
“yo” que el pensamiento habita
Y mientras
me repongo del esfuerzo
De odiar a
Dios, aguardo la visita
De la Nada
que acecha en este verso.
Versos de Juventud
Mudez en Agonía
Inanidad
Una mesa,
cuatro
sillas
una taza,
y el
quinqué,
y una
tristeza sencilla
meciéndose
en el café.
Una mesa,
cuatro
sillas,
alguien
que bebe sin sed,
y una
amargura podrida
que se
pega
a la pared.
Una mesa,
cuatro
sillas,
dos codos
y la
cabeza,
y un
silencio acurrucado
en el
hueco de las cejas.
Una mesa
cuatro
sillas,
una taza
y el
quinqué,
y en la
noche de los ojos
hay algo
que no se ve.
Presentimiento
Tengo la
noche entera perdida en mis pupilas,
sencilla
imagen vaga y tranquilo dolor,
la barca
que se mueve nunca alcanza la orilla,
a veces
hecho al aire un suspiro sin voz.
Un
silencio muy dulce envenena mi vida,
embargado
de ensueños canto a la soledad,
miro
triste a la luna y la luna me mira,
entorno
ronda el cielo y nada más allá.
Por la
ventana abierta huyen las horas mías
y se
escapa en preludio todo lo que no fui…
Presiento
que a esta noche no ha de seguir el día,
y si
llega, qué importa, puesto que estoy sin mí.
Quiero que la poesía espere esta mañana
Quiero que
la poesía espere esta mañana.
El árbol
se me escapa hacia la altura
y un
suspiro de voces agobiadas
se recoge
a lo lejos.
Van
pensando las piedras lagunas acabadas
y una
caricia honda se desliza tranquila por el cielo.
¡Cuántas
gotas extrañas imitan sueños vírgenes!
Silencio,
calma y un extinguir constante de madrugadas ínfimas.
¿Cómo
canta la nube azucenas al trópico?
¿Cómo el
latir del monte caracoles en el agua?
Quiero que
la poesía espere esta mañana.
Hay
ladridos que apagan las luces del crepúsculo
y el
vibrar de palomas palidece en la sangre.
El arrullo
lejano nos cuenta cosas tristes;
coloquia
el mar sin fondo con el coral y el alga.
Hacia el
tiempo pasado se refugió el arroyo
y hubo un
presentimiento de pasos extinguidos.
Antes,
dejó la lluvia soportes de espejismo
e
introdujo en la tierra como un vago añorar palabras apuradas.
Hay un
remanso ingrávido que escucha
mientras
los hombres cargan reflejos del abismo.
No tardará
el vacio locuaz en la memoria.
Quiero que
la poesía espere esta mañana.
¿Para qué
distanciar las huellas del olvido?
Va
surgiendo en la carne la insolidez de la bruma
la
sombra sospechada.
El
misterio se abre y un parpadear oculta las cosas imposibles.
Se
taladra la piedra; se muelen los espacios con las horas;
las
raíces descubren que se hundieron en regiones perdidas
y
la noche parece que no acaba.
Pero
el pájaro sigue manando a la espesura.
y
un fulgor de lucero extravía
a
la pupila impávida del aire.
El
silencio y la calma.
Quiero
que la poesía espere esta mañana.
Las
campanas del tiempo repican extrañadas melodías azules
y
se espera una hondura en el sueño del alba.
La
corriente que oscura aguijonea el hombre
dice
del árbol árbol y de la roca roca.
Se
ensimismó en su brillo alguna mariposa.
Cuando
el sendero es largo hasta las mariposas van perdiendo sus alas.
Quizá
por eso el rastro se disuelve en la orilla.
Quiero
que la poesía espere esta mañana.
Calma
Calma…
Es el
momento de la mirada estática,
de la
sombra encerrada en sus siete hemisferios,
de la vida
que bulle sujetando a la vida,
del aire y
el silencio.
Cuántos
rumores torpes hincaron sus aletas
en la
sonrisa pálida que despejó en el viento.
Cuántas
henchidas nubes de pájaros ignotos
vagando en
el infirme espacio somnoliento.
¿Y para
qué?
Fué
estéril su ritmo de los brazos abiertos.
Se define
la noche hurgando entre mis ojos
y hay algo
que me oprime desde mi último invierno.
Calma…
Un
manantial se agota
y se
extingue la historia de piedras multiformes.
En las
horas de alba quien las almas nota
y es el
sueño un oleaje de estrellas inconformes.
Reina el
hielo descalzo y el pulmón sin aliento,
el eco
repetido bajo su prisma azul,
los
rostros escondidos en el perfil del viento
sobre el
hielo del norte, bajo el grito del sur.
Vagando en
la inconclusa soledad que me emana
llegué
hasta los confines en que perdí la voz;
entonces
hice puerto y descubrí mis alas
y alcé mis
manos árticas hacia la luz del sol.
Calma…
Todo es
calma. La inmemorial pirámide
nos contó
en el granito la sangre que la irguió;
en el
añoro vago de los siglos proscritos
fue mudez
encendida y espasmos del dolor.
Hoy
cargamos la esfinge por siempre en la pupila
y entramos
en el vértice con las venas de ayer.
¿Qué
importa que el misterio se trague nuestra huída;
El que
viene del antes no se puede volver.
Caravana
profunda. ¡Oh galáctica esfera!
Tu inmensa
pesadumbre se siente circular.
Vibras
bajo el espacio que tú mismo cincelas
y lloras
canto eterno tu silencio estelar.
Calma…
Es hora de
la siesta. La apariencia reposa
La imagen
se durmió…
Hay algo
indefinible que se encoge y nos roza
y que no tiene límites, ni tiempo, ni color.
Surgen los
espejismos en todas las miradas;
el nivel
en la estancia a se paralizó;
se detuvo
el intenso pensar de las quebradas.
A veces
algo canta, aunque no tiene voz.
Y por
siempre el momento, el vórtice del águila,
el suspiro
que engendra su propio suspirar,
el volcán
que se hunde bajo su propia lava
y el
hombre, más allá.
Las brujas
El
apretado instante ha sucumbido
y ya las
manos tienen
ese
temblor extraño de plegaria.
Ahonda un
signo muerto
desde el
fondo del ímpetu encerrado.
Hasta los
sueños flotan
y vírgenes
obscenas van deseando
por esas
grutas hondas donde el cerebro vaga.
Quien
quiera recoger un instante de brisa
para
morder la roca
ha de
alcanzar cien dedos más allá de sus brazos;
quien
busque madrigueras para enterrar la sangre
hallará
sólo un río de segundos que pasan.
Porque es
la noche mala
en que el
reloj retrasa sus doce campanadas.
El hielo
que circula por los sueños del orco
va
repitiendo ecos sobre una luna pálida.
Hay
algo inmenso y solo que pesa sobre el cielo
como
sobre las uñas una bota acerada.
Un
enorme universo,
una
infinita lágrima
y
algo más, y más lejos, asido a la distancia.
¡No!
No quiero volver a donde nace el río
oculto
de mis ansias;
donde
vomitan cuervos estertores de bruma;
donde
renace el timbre de la boca azorada.
Yo
perdí ni abrasado y escabroso tormento
de
nubes que estrujaban el cuello de las águilas.
¡Y
ahora sé que me encuentro otra vez en la cueva
y
otra vez siento rojas espigas en las alas.
Desgarré
mi cuerpo de esta piel que me viste
de
flácidas facciones y torcidas entrañas,
y
quizás en la muerte segunda a que he
llegado
mi
sepulturero será la tela de una araña.
Pues
el morir de bruces me ha dejado un aliento
de
estrella que se pudre o de pico que grazna.
Ya
mi silencio corre con los pies de la sombra
y
mientras voy cruzando los sonidos se apartan.
Hay
un vacio intenso, abierto, envejecido
que
por detrás de mí, por mi nombre me llama
y
yo no quiero ir donde me agrieta el viento
los
ojos en la cara
¡Ay,
qué difícil es hallarse tan inmerso;
¡Ay,
qué difícil es confundirse en la nada;
¡Ay,
qué difícil es volcarse en la marea;
¡Ay,
qué difícil es detener lo que escapa;
Y
yo perdí el momento
en
que las horas eran confusas claridades,
y
ahora palpo la piedra donde moraba el agua.
Porque
las brujas vuelan por siembre en sus escobas
o
que el reloj retrasa sus doce campanadas.
El Arcoíris
Hubo
un silencio inerme de pupila
un abejear murmullos el oído
un
crepitar de bruces disolviéndose en la fuga alevosa del camino.
Hubo
un refugio interno desechado
donde
perdido el arroyo su inconsciencia de espuma.
Hubo
sueños ingrávidos mutilando a las horas
Amaneció
el respiro aletargado en el fondo del valle;
enjugó
la pereza de la tarde
la
inconcreción insomne de la nube;
y
un esbozar capullos en la rosa se desgajó en el aire.
Recuerdos
intangibles de días extraviados van persistiendo un eco en la laguna.
Antenochece
el suspiro remoto
mientras
en el recodo de la calle una pregunta inquieta evade responderse.
Allá
van las siluetas borrachas dando tumbos;
Huyen
por las veredas los gérmenes que infartan las cosas que no existen;
y
en la espiga rebelde donde nació el poema madura un arcoíris.
No hay por qué lamentarse
Y
¿Por qué escribir versos esta mañana?
Se
diluye el poema en la cepa del árbol;
la
brisa lo recoge y arrastra por el suelo
para
después venir a tirarlo a la cara.
Siempre
imaginan sueños las estrellas invalidas.
Debe
ser muy extraño encontrarse tan lejos
y
hay que sofiar a voces para olvidar distancias.
Mudo
e irreflexivo me dirige el camino;
¿hacia
dónde? No sé. Donde se acuesta el alba
o
donde se evaporan lunas recién nacidas.
Sé
que tan sólo voy.
¿Para
qué escribir versos esta mañana?
Éramos dos
Éramos
dos. Tan solo dos. Yo
y
un silencio desmedido que olía a madre selva.
Se
descuajaban peñas por la boca del rio
y
la noche callaba apretada de estrellas.
¿Por
qué esperaba tanto sonámbulas mañanas?
Las
sombras recorrían el espacio invadido de ingravidez de luna.
Árboles
que empujaban raíces hacia el fondo
y
una estrecha esbeltura alzándose al abismo.
Espejismos
remotos en las huellas del tiempo.
Cuando
las horas eran de espuma de cañada
cuando
todo era paz insensible y lejana
y
se oía el recuerdo marchar por los caminos.
Éramos
dos. El silencio pesaba.
Lóbrega
sepultura que se abrazaba al aire,
que estrujaba la cara
Cuantas voces, errantes; se deshicieron hilos
tejido en el agua.
Cuántos perdidos cánticos en la montaña inhóspita.
Cuántas raíces de niño trepando a la arbolada.
Traigo un nudo de sombra en la garganta;
y en la espesura algo va siguiendo los pasos que olvido por la grama.
Sé que no hay nadie más, mudes agonizante.
se me cierra el sentido con que llorarme el alma
y no tengo palabras para ir adelante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario